martes, 8 de octubre de 2013

mujer maltrata hombre


Partiendo de un principio de asunción de los roles impuestos por la sociedad en mi, a saber: hombre, blanco, occidental, y pretendiendo generar un debate profundo en vosotrxs, expongo una disyuntiva de género.

Surge a raíz de las experiencias compartidas en un espacio no mixto, entre las que surgieron aquellas en las que algunos compañeros, personas socializadas como hombres, han sufrido agresiones/maltrato por parte de personas socializadas como mujeres. Contextualizar también que esta reflexión se refiere a un entorno social concreto, en el que el trabajo de género está en constante evolución, y que las personas que pueden verse involucradas en estos procesos, parten normalmente desde diferentes puntos de teorías libertarias sobre género.

Mi duda reside en la validez de la respuesta ante tales agresiones, ya sean físicas, verbales o psicológicas, que nosotrxs, como hombres, estamos dispuestos a dar a una mujer. Aviso de mi auténtica ignorancia en cuanto a estos procesos se refiere y a la falta de trabajo en la construcción de una masculinidad propia alejada de los roles patriarcales que se me han impuesto desde pequeño. Por tanto, mi planteamiento no es más que una duda, que espero, me ayudéis a resolver.

Opción A: respuesta activa. Ante una agresión, venga dada por los cuerpos del orden, o por cualquier otra autoridad impuesta o creída, o por cualquier desconocido, una respuesta legítima, según quien lo mire, es el uso de la violencia contra quien te agrede. Teorías sobre el uso de la violencia hay muchas, tantas como sobre el uso de la no violencia, y no voy a entrar a valorar unas u otras ahora, digamos, por ejemplo, que no me parece mal el uso de la violencia como respuesta a la violencia impuesta. Habría que valorar si esta respuesta violenta es fruto de los comportamientos otorgados al hombre en esta sociedad, pero esto es más complejo. En el caso que nos ocupa -mujer maltrata a hombre- la respuesta activa por parte del hombre le situaría en la incómoda posición de machista-agresor, pues una vez traspasada la línea física de la falta de respeto, es muy difícil justificarla delante de la sociedad o la justicia, y la mujer, en este caso, contaría con el apoyo incondicional del entorno, mientras que el hombre sería tachado de agresor, criminalizado y repudidado por el mismo. Solución: machista por acción.

Opción B: respuesta pasiva. Tragar, aguantar la situación, no mover un dedo. En el caso en que la persona agredida, o maltratada, o humillada, sea un hombre y la agresora, maltratadora, humilladora sea una mujer, los preceptos de esta sociedad patriarcal nos empujan a pensar que él no puede pegarle a ella. ¿Por qué? No lo sé, pero este axioma parte de la base de la inferioridad de la mujer, no sería justo por tanto, para un hombre, usar la violencia contra una mujer, pues se presupone un ser socialmente inferior. Por tanto, el hecho de no usar la violencia contra una mujer que me agrede, si yo soy un hombre, por esta razón, me convertiría en un machista de mierda, al aceptar dicho axioma. Solución: machista por omisión.

Seguramente las opciones sean más, os invito a compartirlas, no obstante, las dos que se me ocurren, te convierten en un hombre-macho, más bien te perpetúan, pues pese a los deseos de romper con ello, lo somos desde pequeños. Obviamente ante la disyuntiva, yo escogería la opción B, puesto que el machismo al que te condena es más llevadero, no rompe tus relaciones sociales (nadie te va a dejar de hablar por no pegarle a un tía que quiźas se lo merecía), y no convierte a tu agresora en una víctima. Sin embargo, a nivel interior, la opción B te deja como una mierda, pues te sigues tragando todo el maltrato, no te liberas y además te acusan de ir de víctima, lo cual invalida tus argumentos vividos desde la opresión.

¿vosotros qué haríais? ¿vosotras cómo lo veis?

2ª fase de la desintoxicación


Una semana más, una sana semana más. Parece lejano ya el día que puse fin, relativo, al tabaco. Relativo digo porque final, lo que se dice final, hasta que no me muera no lo sabremos. El caso es que no hay que bajar la guardia, y dos semanas no son nada. Al menos puedo decir que no he probado ni una calada. A veces me vienen tirones, después de comer, al acabar de currar, en una reunión larga y pesada, en una discusión...

En lo que se refiere al alcohol, en esta segunda fase sólo he consumido una cerveza. De los dulces refinados no puedo decir lo mismo, y aunque me he aficionado a las pipas con sal, no me he podido quitar aún de los sustitutivos de alto contenido en azúcar. Seguiré intentando.



Añadir en esta segunda fase el caldo depurativo está siendo todo un punto positivo pues a la vez que voy bebiendo de la botella que apesta a apio, me hago consciente del proceso que he puesto en marcha, y como pensar en ello ayuda a afianzar la voluntad, pues eso hago, como escribirlo, porque tampoco tienen nada de interesante para vosotrxs ¿verdad?

A colación del afianzar la voluntad, creo que, por coincidencias del destino, en esto se basará la tercera fase de la depuración: pensamiento positivo.

caldo depurativo

ingredientes:

2 cebollas bien majas
1 trozo de apio
1 o 2 hojas de col verdes (las de fuera)
1 ramita de perejil
2 limones

receta:

poner todo a hervir menos los limones en 1 litro y poco de agua.
hervir 15 minutos
exprimir los dos limones y añadir al caldo

posología:

beberse el litro de caldo depurativo durante el día. hacer esto durante un mes. dieta normal, es decir, sana. es conveniente hacerlo coincidiendo con el cambio de estación.



martes, 1 de octubre de 2013

1ª fase de la desintoxicación

Siguiendo las recomendaciones de mi nauseópata, leí detenidamente las instrucciones de uso, agité ferozmente el frasco y vacié sobre mi garganta 36 gotas de un elixir entre amargo y dulzón.  Creo que mis anginas están empezando a agradecerme este renovado aire interior. Está siendo duro estos primeros días, pero la voluntad se aferra a un mandato, orden inequívoca enviada por mi psique para parar todo intento de reenganche. NO.

Quizás mi estómago, o mi hígado no estén tan contentos como mis amígdalas, puesto que la necesidad absurda de tener algo en las manos, de llevarme algo a la boca, me está empujando al consumo desmesurado de pipas, chocolate y otras mierdas de bollería industrial barata, que degluto con placer y ansia.

La renuncia al alcohol no ha sido tan fácil, al menos en esta primera semana supuestamente cero-cero me he tomado tres cervezas, y no creo que por un sentimiento irrefrenable de adicción, simplemente porque me ha dado la gana. En cualquier caso también me desintoxico porque me da la gana, entonces las unas ganas y las otras ganas entran en conflicto.

Creo que debo entrar ya en la segunda fase de la desintoxicación, a saber: caldo depurativo, y dieta sana, reducción drástica del azúcar refinado, y no sé qué más. A la espera que la limpieza celular empiece a remover otra desintoxicación profunda y verdadera.


Ya os contaré