miércoles, 3 de abril de 2013

transcripciones taquicardigráficas


A corazón abierto


Me duele el corazón, debo tener una espina clavada, ¿alguien tiene un bisturí? operación al aire libre, sin garantía, sin porcentajes, ¿quién sabe cómo hacerlo?- ¿quiere usted ayuda?-, mejor no, esto es algo que debería resolver yo sólo… a lo mejor, algún día, quizás, mi corazón desea poder volver a latir con furia tras la ola que me inunde, sin embargo, ahora, la espina debe salir y cicatrizar, ¿qué sentido tiene sacar la espina y que entre otra? -pues por el momento dejaría de sangrar-, dice el otro, pero se volvería a gangrenar de dependencia, y a pudrir de posesión, nadie quiere una herida así en el corazón.

Ella


Salir a pasear, comer de mal en peor, y no dejar nunca de dejar de fumar. A cada esquina,- o a cada árbol-, me encuentro con mi sombra, y no me asusta ya el caminar sólo, lo que me asusta es el miedo. Ése que se esconde tras mi sombra y me quiere atar. Quiero dejar atrás esa sombra y correr, correr, correr, hasta el borde mismo del abismo, y entonces… cerrar los ojos y confiar: las alas me brotarán de las axilas, el cuello se me hinchará de plumas rojas, y su viento cálido, me elevará. 

Ella, como ninguna otra mujer, me llevará a lo más alto, a sitios insospechados, sacará de mí lo mejor y me transformará en un nuevo ser de la misma esencia; sólo con ella querré caminar, arrimar duro mi hombro para el trabajo más pesado, sólo a su lado volveré a tener hijxs, a disfrutarlxs y criarlxs con las mismas ganas que hasta ahora. Ella, siempre fría y eterna, me espera al fondo del valle, al otro lado de mis prejuicios hechos montañas, de mis miedos escarpados, de mis penas nevadas; al otro lado está Ella, siempre dispuesta a cabalgar sin rumbo, siempre derecha frente al animoso viento. Allí, al otro lado, me espera mi última musa, la que suele visitarme en noches de insomnio y delirios de amor; la que dio vida a mi pluma cuando parecía muerta, la que empujó mis dedos sobre el teclado cuando estaban dormidos; la que estampó mi rabia hecha añicos contra la tiranía; la que prendió la mecha de mi crin salvaje. Ella, mi dulce, soñada y bella, quisiera no decaer jamás en mi afán por conquistarla, ni el hambre, ni las hadas, ni las balas deberían cortar jamás este amor desenfrenado.

¿Serías capaz de morir por Ella?

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