jueves, 7 de febrero de 2013

La vida sigue

Una mañana clara de invierno

Los brotes helados me devuelven blanquísimos saludos al pasar. Se distinguen a lo lejos molinos de viento, y más lejos aún, montañas nevadas... qué frío que siento... Esta claridad me sorprende, aún así creo que me tranquiliza que se haya esfumado la niebla aunque siga helado.

La tristeza se dibuja en el perfil de un otero pelado, monte que antaño lucía melena frondosa, ahora yermo y abandonado. Poco le falta al sol para despuntar tras la crin maltrecha del cerro, lo sé, lo siento. Quizás me cieguen los primeros rayos, mas acelero en busca del calor lejano.


Al final del sendero, un desvío. Dos caminos sin rumbo fijo que se despiden sin alejarse del todo. Encrucijada vital sin saber a dónde ir y sin fuerzas para elegir. El vacío, lo desconocido, qué vértigo. Un camino se adentra en la vaguada oscura, cubierta de hojarasca; el otro sigue serpenteando por la ladera, hasta la cima. Quizás vuelvan a juntarse tras salvar el monte, quizás discurran en sentido contrario permanentemente alejados. No importa, decidir por dónde ir implica no conocer el final del sendero, pero aún así, es necesario elegir. Pese a todo. Es necesario.



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