viernes, 18 de julio de 2014

Silogismos y pompas de jabón

El otro día había quedado en un bar, en un pueblo de montaña, hacía buen tiempo y me senté en la terraza. Antes de coger mesa me di cuenta de que algunxs clientxs miraban hacia un balcón, como si hubiera caído algo desde arriba, miré y vi a dos niñxs jugando a hacer pompas de jabón desde la ventana. Al cabo del rato, sobre la sombrilla de la terraza calló un chorro de líquido, supongo jabón, y la chica que había sentada en la otra mesa soltó un “putos $”%&/!$”.
Me la quedé mirando con asombro y le pregunté:
-qué has dicho, putos moros, o putos críos, es que no te he entendido-
sorprendida por mi interpelación intentó hacerse la longuis, así que le repetí:
-perdona, es que no te he oído bien, has dicho putos moros?-
me dio una callada por respuesta mientras giraba la cara buscando la complicidad de sus contertulios, así que seguí:
-¿qué pasa es que tú no has sido nunca niña pequeña? ¿nunca has hecho travesuras de este tipo?
-perdona contigo no estoy hablando-
-me da igual porque has hecho un comentario despreciable, racista y asqueroso, así que te contesto- y agachó la cabeza medio indignada medio avergonzada.

foto de Ana Campos, CC, A-NC-ND

¡Qué racista es esta sociedad!, comentarios así los encontramos cada día pues rebotan como eco en centenares de cabezas huecas. Es decir, que dos niñxs, por el simple hecho de ser migrantes, ya no pueden jugar y liarla como los autóctonos, pues son condenados al insulto y la incomprensión. Esta incomprensión que empieza con las criaturas, se institucionaliza en escuelas e institutos y les persigue durante el resto de su vida, justificando la explotación laboral, el abuso policial y la violencia psicológica.

Yo cuando era niño también tiraba cosas por el balcón, no es que se me cayeran, no. Tiraba huevos, vasos de agua o papel mojado a dar a lxs abuelitxs que pasaban por la calle, y no es que esté muy orgulloso de ello, pero joder, era un niño, y me divertía con ello.

todas somos niñas,

las moras también son niñas

luego todas somos moras

Esta falacia argumental encierra no obstante un gran principio: la igualdad de las personas sea cual sea su procedencia, color de la piel, religión, sexualidad... y por tanto animo a no dejar pasar estos microfascismos en nuestro día a día, la revolución esta también en los pequeños detalles.

Todxs tenemxs derecho a ser “malxs”, a rebelarnos contra la sociedad, la familia, la escuela, sobre todo cuando somos niñxs.

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